Hoy, al recordar el aniversario luctuoso de este escritor que dejó este mundo en el 2014, me gustaría comentar un poco sobre él; leí en uno de sus prólogos (concretamente “Relato de un náufrago”) un fragmento que me pareció importante rescatar, él decía: “Me deprime la idea de que a los editores no les interese tanto el mérito del texto como el nombre con qué está firmado, que muy a mi pesar es el mismo de un escritor de moda.” Yo solía tener este tipo de prejuicios con los autores ganadores de nobel o best seller’s por un “prejuicio” (valga la redundancia) erróneo sobre su fama, por supuesto no todos los best seller son libros buenos o todos son malos, todos tenemos gustos lectores distintos que son tan variopintos como cantidad de libros hay en el mundo.
El punto es que me encontré con un discurso que ofreció en un homenaje hacia él en Cartagena durante la jornada inaugural del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, me pareció interesante reproducir algunos fragmentos de este:
Ni en el más delirante de mis sueños, en los días en que escribía Cien Años de Soledad, llegué a imaginar que podría asistir a este acto para sustentar la edición de un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto, con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal, parecería a todas luces una locura.
Pero no se trata ni puede tratarse de un reconocimiento a un escritor. Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historias en lengua castellana, y por lo tanto un millón de ejemplares de Cien Años de Soledad no son un millón de homenajes al escritor que hoy recibe, sonrojado, el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay millones de lectores de textos en lengua castellana esperando, hambrientos, de este alimento.
El desafío es para todos los escritores, todos los poetas, narradores y educadores de nuestra lengua, para alimentar esa sed y multiplicar esta muchedumbre, verdadera razón de ser de nuestro oficio y, por supuesto, de nosotros mismos.
Gabriel García Márquez
Si te gusto, llevatelo y comparte: